06 febrero 2008

[alegato en defensa propia]

Desde hace unas semanas, he ido experimentando una evolución singular en la relación con mis amigos. Me explico. Hace poco me he mudado a un piso nuevo. Sucede que todas las visitas que recibo intentan hacerme sentir descontento con el lugar donde vivo. Pero donde todos insisten en encontrar defectos yo sólo hayo virtudes. Y de ahí nace el conflicto.
Pongo algunos ejemplos.
Me dicen, fíjate, la puerta ni siquiera puede abrirse, por eso es corrediza.
Yo siempre les respondo que tanto el verbo abrir, como su antisimétrico cerrar, siempre me parecieron demasiado paradójicos como para tenerse en cuenta. Pero sin apenas escucharme, una vez entran en mi cubículo privado, se horrorizan por el metro y medio de altura del techo. Les digo que en lugar de desgastarla, opino que esta circunstancia fortalece mi espalda. Pero sus rostros ya han iniciado un abanico de muecas reprobatorias, que gruñen, ¿y dónde está la cocina? Les señalo la estantería roja que uso para colocar el camping gas y los tres utensilios de cocina con que me basto, pero para cuando agrego que su mantenimiento me supone sólo el uno coma quince por ciento de mis ingresos, las venas de sus ojos ya han empezado a sangrar levemente, como inundadas de una ira cuyo origen no alcanzo a entender.
A partir de entonces, ya sin capacidad para percibir otra cosa que su diabólica lista de imperfecciones, van descargando a discreción sus vehementes ataques.
Cómo puede ser que el lavabo esté en el espacio que queda por debajo de la litera.
No veo inconveniente en convivir con mis propios olores.
Pero si sólo te cabe la mitad del cuerpo en la cama.
Los días pares duermo torso, brazos y cabeza, y los días impares zona lumbar, piernas y pies.
No hay ventanas.
Si necesito contactar con el espacio exterior, salgo a la calle.
Pero si ni siquiera cabemos aquí los dos.
Ahí, suelo reprimir la sinceridad de decirles que encuentro terrible el momento de echar a tus invitados de casa, pero a causa de mi inquietante silencio, crecidos en el afán de victoria en su absurda batalla, ya listos para clavarme su estoque final, rebosantes de crueldad, triunfales, me preguntan por el precio del alquiler.
Cuando se lo comunico, siempre, de forma infalible en cada uno de los casos hasta ahora sucedidos, se marchan indignados, cabreados, como insultados, con actitud decepcionada primero, ofendida después y despectiva al final, balbuceando y gritando agresivas frases acompañadas de golpes, injurias, amenazas, empujándome algunos, escupiéndome otros y propinándome algún puñetazo o alguna patada los más atrevidos, para por fin abandonar mi hogar intentando en vano dar un portazo con la puerta corrediza.
Cuando se marchan, un repentino y cálido silencio me abraza, y de nuevo en la intimidad de mis pensamientos, me repito con firmeza que ha llegado el momento de encontrar nuevos amigos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Xavi! Som la Nat i la Laura, les teves alumnes preferides... (xoff) Doncs que ens hem passat per aquí... a la teva propia classe de mates, però eei.. que som les úniques que ho hem fet... perquè ets el nostre profe preferit (ídol).
T'estimem moooooolt i que ja et vindrem a veure pel teu piset... si vols clar... Doncs això, que ens veiem a classe de mates!! Et deixem aquí un petit poema:

Y yo no he muerto.
Me alegro de la lluvia
y me alegro del viento.
Si tengo frío, me caliento;
si tengo miedo, ¡Que no lo tengo!,
susurro y pienso...
y para mañana
ya me he comido mi pequeña ración de esperanza.

Una sola puerta de tres, abierta.
Una sola puerta inmensa.


Petons molt forts!

Nat i Laura.

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